La Enfermedad de Alzheimer en términos generales ocasiona, en la persona que la padece, olvidos para la realización de algunas tareas de la vida cotidiana, dificultades para encontrar las palabras en una conversación, perderse en los lugares que acostumbraba a frecuentar, reducción en su capacidad para planear una fiesta o un viaje y precisan de ayuda para hacer tareas tan sencillas como el vestirse o bañarse.

La progresiva transformación que la enfermedad va generando no puede ser mejor atendida que por los cuidadores: ellos, profesionales o empíricos, van adoptando herramientas que tienen a la mano para hacer frente a las situaciones que el día a día va demandando. Con humor, resignación o tranquilidad, son los más indicados para elegir la mejor estrategia de cuidado; ellos podrían pero no deberían asumir toda la carga. Por eso la familia tiene el papel de comprender, validar emocionalmente, acompañar y reemplazar en la tarea de cuidar.